Escuela sin autoridad

 

“Un maestro debe tener la máxima autoridad y el mínimo poder”. Thomas Szasz (Profesor emérito de psiquiatría en la Universidad de Siracusa en Nueva York)
Es preocupante lo común que se ha vuelto la corrupción en la clase política, misma que parece extenderse por todo el mundo y de la que no escapa ningún partido o ideología. También vemos con impotencia el crecimiento de una violencia que estalla en los espacios más diversos y que está llenando de dolor y crispación a toda la sociedad; y por si fuera poco, cada vez son más frecuentes los actos de irreverencia en contra de instituciones, como la escuela, que tradicionalmente eran muy respetadas

Algunos expertos atribuyen esa irreverencia a la nueva forma de ver la vida del hombre postmoderno, que se quitó el corsé de obediencias ciegas y dogmatismos, en aras de una ansiada libertad que no parece haber llegado todavía. En cambio otros atribuyen este fenómeno a algo mucho más simple y concreto, la total ausencia de autoridad.

Etimológicamente, la palabra autoridad procede del latín “auctoritas”, cuya raíz es “augere” que significa: hacer crecer, aumentar o promover.

Por otro lado, autoridad es un concepto que nació en Roma, completamente opuesto al concepto de poder, ya que éste implicaba la imposición de algo por medio de la fuerza, en cambio la autoridad era un valor que poseía una persona, ganado a base de ser excelente en todos los aspectos de su vida y que provocaba el respeto del otro. Se podía tener mucho poder respaldado por cuestiones normativas o legales, pero eso no significaba necesariamente que se tuviera autoridad respeto.

Así que si atendemos al verdadero significado de esta palabra, no nos queda más remedio que aceptar que efectivamente esta sociedad postmoderna necesita con urgencia liderazgos fuertes que tengan verdadera autoridad.

Si estos conceptos se aplican a la familia o a la escuela, cobran un mayor significado puesto que los padres profesores no necesitan poder, pero es imprescindible que tengan mucha autoridad y todo el respeto que de ella emana, para con ello poder ayudar a crecer y progresar a los niños.

Si estos mismos conceptos se aplican a cualquier gobierno, la fórmula sería la misma, teniendo autoridad, no necesitan ejercer el poder con el que la ley los ha investido.

Si en la familia, los padres carecen de autoridad porque su comportamiento no es ejemplar y sus convicciones son negociables, dependiendo del estado de ánimo o de las circunstancias, no es de extrañar que los hijos busquen líderes fuera de casa, que no siempre serán la mejor influencia para ellos.

Lo mismo ocurre en la escuela, si el docente no cuenta con la suficiente autoridad para ser respetado, el chico más fuerte tomará su lugar y ejercerá su poder en el salón, en el patio de recreo o a la salida de la escuela, con todas las manifestaciones de acoso y violencia que cada vez son más frecuentes. Una violencia que pretende ser controlada, sin lograrlo, aplicando el reglamento de la escuela o instrumentando proyectos que no consideran el aspecto de la autoridad, tanto en la familia como en la institución educativa.

Resulta interesante y digno de análisis el hecho de que en una misma escuela haya alumnos que son obedientes y respetuosos con unos maestros rebeldes y conflictivos con otros. Así que cuando se les pregunta cuáles son la cualidades que tienen los profesores más queridos y admirados, las respuestas coinciden: son los que más saben, son congruentes entre lo que dicen y hacen, cumplen las normas, son buenas personas, inspiradores, respetuosos y muy exigentes. Ésta última cualidad es la que más valoran.

Por tanto, considero que el docente tendrá autoridad si ayuda a crecer a sus alumnos en todos los aspectos, además de crecer él mismo como persona y como profesional.

La autoridad no se puede ejercer si el que la recibe no lo considera como una influencia positiva en su vida, entonces aquél tendrá que recurrir al ejercicio del poder para someterlo por la fuerza. Así que no nos debe extrañar que, en algunas aulas donde el autoritarismo se ha vuelto una conducta cotidiana, el profesor no tenga la suficiente autoridad moral, y si eso se extiende a toda la institución, habría que revisar si los directivos tampoco cuentan con ella.

La verdad es que la crisis por la que atraviesa una institución tan importante como la escuela no es otra cosa que una crisis de valores para ejercer la auténtica autoridad.

La escuela necesita recuperar el prestigio que tradicionalmente le acompañaba porque su misión es muy importante. Todos los que directa o indirectamente se relacionan con ella deben cumplir con la parte que les corresponde:
Los políticos tienen que gestionar los recursos necesarios para proporcionar espacios y equipamientos dignos.
Los centros formadores de docentes están obligados a impartir una educación de calidad a los futuros maestros.
Los maestros por su parte tienen la responsabilidad de prepararse más cada día.
Los padres de familia también tienen que recuperar su autoridad y de paso colaborar con la escuela educando en valores sin dejarle esa misión  la escuela y los maestros.
Es apremiante que los directivos de la institución, al igual que los profesores vuelvan a ser un referente para alumnos, padres de familia y toda la sociedad.
Urge que la escuela recupere su autoridad moral y la dignidad que nunca debió perder y que se convierta en un espacio libre de violencia y autoritarismos.

Como bien dice Stephen Covey

“La brújula es una excelente metáfora física de los principios porque siempre señala el norte. La clave para mantener una elevada autoridad moral es seguir continuamente unos principios de "verdadero norte". Petra Llamas 

Twiter@PetraLlamas

Correo: petrallamasgarcia@gmail.com

youtubehttps://www.youtube.com/c/ReflexionesdelaMaestraPetraLlamas

Publicado en La Jornada de Aguascalientes el 27 de febrero del 2015. 





1 Comentarios

Gracias por tus comentarios